Estábamos esperando la cena, se estaba haciendo de noche, Nandi y yo nos acercamos con Clara a la valla, teníamos la esperanza de poder ver, incluso fotografiar, las gacelas, que son muy esquivas.
Mientras charlábamos los rinocerontes comían a bastante distancia de nosotros; dos hembras adultas, una cachorra de menos de un año y otro cachorro de tres años.
Entonces les dio por echar a andar, hacia nosotros, hombre, mola ver un grupo de rinocerontes andar hacia ti, sobretodo si lo hacen muy despacio y tienes una valla de troncos de madera en medio. Pero hay que reconocer que da cosilla cuando ves que andan sin parar, despacio, un poco más cerca, “¡Nandi, extiende el trípode!”, llevaba el 300mm en la cámara, lo que significaba que cuanto más se acercaran, más detalles podría fotografiar, pero “menos rinoceronte” me entraría en el encuadre, subí el ISO a 3200, f4 y ¡preparada!
Estábamos a un metro de la valla, no nos movíamos, no sabíamos qué hacer, Clara ladró y Nandi la cogió en brazos, los rinocerontes llegaron a la valla y se pegaron a ella. La hembra de mayor tamaño, la del cuerno más grande, empezó a rozarlo por la valla, “parece que lo está afilando», dice Nandi, echa un pie hacia atrás y, entonces, la hembra levanta la cabeza y roza el suelo con una de las patas delanteras, así que decidimos quedarnos quietecitos. Yo casi no podía fotografiarlos porque se estaba haciendo de noche y estaban muy cerca.
Oímos a nuestra espalda un ruido y vemos al encargado, Tinnis, se acerca a nosotros muuyy despacio, cuando llega a nuestra altura nos dice “esta distancia es segura, no os acerquéis más”, nosotros le explicamos que no queremos acercarnos, que, de hecho, habíamos intentado alejarnos pero que no nos atrevíamos a movernos. Él nos indica que es mejor no moverse, nos cuenta que los rinocerontes no ven bien más allá de los 15m, que a partir de esa distancia ven sólo sombras, ellos se guían por el oído y el olfato. Que estarían investigando o esperando comida.
Así que nos quedamos quietos, casi en silencio, esperando a que ellos dejaran de encontrarnos interesantes, cuando eso sucedió, recogimos “el campamento” y nos fuimos a cenar.
Doy gracias a Nandi y a la vida, por darme la oportunidad de vivir estas experiencias.
Un besito
El puntazo sería que volvieran a curiosear los mismos individuos de la manada…Te veo haciendo reportajes para algúna revista especializada, Edurne. Hay que tener valor para estarse quieto mientras se acerca uno de estos.
jijijii, si vuelve a suceder os lo cuento.
Me encanta. Parece que estás cerquísima, no de los rinocerontes, sino de nosotros.
:* Muaca!!!! guapa!!!
Wow Edurne, no me extraña que des gracias a la vida, eres una afortunada, me emociona leerte. Un beso.
Eres un cielo.
Un placer seguir leyéndote y seguir en contacto comprobando que todo os va la mar de bien.. Y además haciendo fotos para darnos envidia cochina…
Es para que os animéis a venir, jijijijiji
Lo dicho de la última vez, al final tocareis el lomo a los bichos y daréis de comer de la mano.
Bsos y abrazos.
El relato parece cercano a «Memorias de Africa» vivirlo, madurarlo y escribir con la imaginacion, la novela de vuestra esperiencia empieza genial, quiero mas.
Ja Ja que miedo, yo veia los toros de tudela en un muro de 2 metros y cuando pasaban con aquellos cuerno uhhh que miedo. A estado genial el relato.
Gracias, buen crujido
jijiji, sí da cosilla, sí. Un abrazo enorme guapo.